¡Hola inclusives!, os presento a Miguel, Tomás, Vanesa, Emilio y Elvira, ah y también a Almu, que aunque no tiene Sindrome de Down, es una pieza clave en toda esta historia.
Era 25 de Marzo de 2019, más o menos las 10 de la mañana, los nervios me atacaban y en mi cara se reflejaba la ilusión del primer día de prácticas después de dos años intensos de aprendizaje. Cuando entré por la puerta del Centro de las Capacidades, en la ciudad de Mérida, me esperaban mis compañeros y compañeras en la oficina de Fundhex, en ese momento comenzaba mi gran experiencia. Fundhex (Fundación de Hermanos para la Igualdad y la Inclusión Social) es una entidad puesta en marcha en el año 2005, con el objetivo de dar posibilidades y oportunidades de empleo a personas con discapacidad intelectual, mayormente con Síndrome de Down.
Los primeros días fueron un poco desconcertantes, continuamente caía en los errores y estereotipos de las personas con discapacidad (agarrarles de la mano para caminar, responder por ellos, dar por echo que no sabrían hacer diferentes cosas...). Los días fueron pasando y las semanas corrían como la pólvora, sin darme cuenta, mis compañeros y compañeras de trabajo me habían enseñado, sin darme muchas lecciones, las capacidades que ellos tenían.
Cada día al llegar a la oficina, Almudena, con su gran sonrisa me abría la puerta para recibirme con una simpatía admirable, al entrar, Tomás me explicaba detenidamente que función era la que estaba desarrollando en ese momento sin olvidarse de darme las llaves de mi oficina y recordándome que Miguel y Maribel (la trabajadora social), llegarían un poco más tarde. Al entrar en mi oficina, encender el ordenador y ponerme a planificar llegaba Miguel, para darme un abrazo sincero y preguntarme que tal estaba... ah y recordarme que tareas teníamos pendiente para ese día. A Vanesa y a Emilio, tan solo les veía algunas tardes; Vane me contaba batallitas familiares, mientras, Emilio me explicaba en que consisten los bailes tradicionales extremeños o cosas de semana santa, sus dos grandes pasiones.
Fuente: YouTube
Las mañanas en la oficina eran bastante parecidas todos los días, a primera hora, trabajo individual, mis compañeros/as con discapacidad realizaban labores de administración, y yo planificando los talleres y cursos que después realizaríamos. A segunda hora de la mañana el trabajo era más lúdico y realizábamos talleres para promocionar la autonomía y mejorar las capacidades laborales de mis compañeros y compañeras con discapacidad. Las tardes sin embargo, eran más dinámicas, una vez a la semana salíamos a ver alguna exposición y después tomarnos algo; y los días que no tocaba paseo, primero a trabajar y la última media hora a jugar al dominó, para ejercitar la mente.
De esta experiencia que os cuento no solo saco aspectos positivos, claro que no; a veces alguno teníamos el día cruzado, y se nos hacía complicado trabajar unidos, otros días, surgían conflictos o simplemente no teníamos ganas de hacer absolutamente nada. Pero os aseguro inclusives, que esos eran los mínimos, mis compañeros, a pesar de la carga estigmatizadora que recae sobre ellos por el simple echo de tener discapacidad intelectual (síndrome de down) tienen GANAS, ganas de vivir, de relacionarse, de trabajar, de ofrecer su granito de arena a la sociedad; tienen NECESIDAD de que les escuchen, de que les tengan en cuenta, de que existan recursos; tienen MIEDOS, de no enamorarse, de quedarse sin trabajo o sin amigos/as, de no llegar al lugar donde les exigen; y como no, tienen SUEÑOS, y especialmente, el sueño de ser completamente felices.
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